Me he retrasado con la entrega de estas crónicas.
Mi equipo ha estado demandando actualizaciones, so pena de dejar de ser funcional. Independientemente de mi campaña contra los revisores y encargados de la censura en el fésibuc y sus consecuentes crackeos, algo pasa. Resulta que casi de inmediato a la publicación del capítulo 15, a mi correo electrónico llegó un mensaje de seguridad, que si yo había accedido a mi cuenta desde el convento de Churubusco. Y lo más extraño es que quien intentó acceder a mi cuenta lo hizo en el año de 1847. Cada día están más locos los robots del internet y de las redes sociales. Tuve que cambiar el sistema operativo de mi computadora y mis contraseñas. Por más que hice respaldos por aquí y respaldos por allá, hubo programas que dejaron de funcionar porque se desconectaron y había que volver a instalarlos. Todo eso, más la contraseñitis aguda y los tarjetazos bancarios.
La señora de las tortillas oyó mis mensajes telepáticos y ayer se presentó a vendernos sus hermosas tortillas hechas a mano, como las sabe hacer una mujer de las de antes, más sus indispensables tlacoyos de frijol. Mi mujer también hizo frijoles y abrió una lata de chilorio marca Doña Chata que yo compré en marzo, para cuando la crisis pandémica estuviese en su momento más crítico y no andar saliendo a comprar a cada rato. Estaba muy sabrosa. El problema es que antes de comer, tras dos meses de veda respecto a los productos de la señora de las tortillas, me hice un taco con queso de cabra y devoré uno de sus tlacoyos.
El chilorio, desde luego que me lo comí con tortillas y lo acompañé con una cerveza bien fría, la que al entrar a mi estómago de inmediato hizo gases y me inflé. Como ese día salí a comprar algo, pensé que ya me había dado el virus, porque me dolía horrible a la altura del diafragma. La solución fue salir a caminar -enmascarado con el cubre bocas y el protector que me vendió la compañera de la Facultad de Leyes- y me fui a caminar desde el panteón de Palo Verde hasta el centro de Xalapa. Cada cien metros me asfixiaba a causa de los cubre bocas, pero no podía quitármelos por mucho tiempo, porque cada cien metros había seres humanos. Algunos hasta estaban ocultos tras de una puerta, pero se asomaban cuando yo pasaba por ahí. Anteayer ensayamos con los integrantes del grupo de danza de mi esposa, para hacer una presentación con idea de celebrar el fin de la cuarentena. Creo que el espíritu de Beethoven nos ayudó a hacer bien las cosas.
–En efecto –dijo Ludwig–, la pandemia a mí también me jodió los festejos. Espero que para el 16 de diciembre puedan festejar mi cumpleaños con una hermosa función en un teatro sin invitar a Susana Distancia.
–Hablando de eso –dijo una de las bailarinas–, cuando López Gatell dijo que las funciones de teatro o danza iban a tener cincuenta espectadores, los artistas escénicos se pusieron muy contentos.
Examino mi celular y veo una noticia cuyo encabezado dice “Es hora de romper con Surcorea: hermana de Kim” y veo una mujer que no se parece a Kim Kardashian, de la cual soy fan. Y es que no se trata de la hermana de la hermosa morena sino de la de Kim Jong-Un. ¿Pues a poco tienen relaciones? Yo pensé que estaban peleados desde antes de que yo naciera. Y dale con la Guerra Fría. Yo empecé estas crónicas citando una frase de Einstein que hace alusión a la infinitud de la estupidez humana, frase parecida a otra que emitió W. Steinitz, campeón mundial de ajedrez en el siglo XIX, quien a su vez lo dijo así: “La mente humana es limitada, pero la estupidez humana es ilimitada”. En plena lucha contra un virus desconocido (pero que tal vez fue creado o manipulado en laboratorios) Trump por un lado, la hermana de Kim por otro, los fifís por acá, los chairos por allá, todos preocupados por darse en la torre, en vez de quedarse en sus casitas y fortalecer su cuerpo y su espíritu alimentándose bien, haciendo ejercicio, tomando vitaminas y leyendo mis Crónicas Pandémicas.
En otras palabras, el hecho de pensar que el COVID19 así como el virus del SIDA fueron creaciones de laboratorio de “inteligencia militar” me pone los cabellos de punta. En primer lugar, porque “inteligencia militar” es un oxímoron. Recurrir a las armas quiere decir que no se tuvo la inteligencia para resolver los conflictos de interés de una manera menos destructiva. Y luego, que para ganar la guerra, se suelten “bichos” como el ántrax, el SIDA o el COVID19. O que me censuren la cuenta del féisbuc por insinuar que así lo hicieron. Desde luego que yo no tengo las pruebas, sólo externo mis sospechas y mi malestar contra la situación. Pues yo sí considero que el ser humano es capaz de volarse la tapa del cráneo con una explosión nuclear para demostrar su superioridad sobre las otras especies.
Una cosa que me impresionó es que, antes de ensayar con el grupo Epifanía, me presenté a la escuela de mi esposa para asearlo un poco y regar las plantitas que, aunque son de sombra, tras dos meses de estar sin agua, estaban a punto de marchitarse. De por sí yo estaba triste porque no venía la señora de las tortillas, y también porque el local donde compro el café de Huatusco estaba cerrado en día y hora hábil (mala señal). Pero lo que más me mortificó es que el tendero de al lado siempre recogía los recibos del agua y luz de los dueños del edificio o de los otros vecinos y ví que había llegado el recibo del agua. Me dirigí a su tienda, y en vez de ver la nevera puesta como barrera para mantener la sana distancia, como fue la última vez que me atendió, ahora la puerta de acceso estaba libre y la tienda la atendía un muchacho mucho más joven. Todavía pregunté por el tendero y el muchacho me vió con cara de what. Al poco tiempo llegó uno de los inquilinos para informarme que él había comprado la tienda.
Son las cosas a las que habrá que acostumbrarse cuando todo esto acabe: muchos negocios o estarán cerrados, o cambiaron de dueño. Un amigo me compartió un video de un youtuber de nombre Estulin, quien, tras una explicación de cerca de dos horas, aderezada con espectacularidades conspiranoides que ponen en riesgo su credibilidad, da unas recomendaciones bastante sensatas para enfrentar la crisis económica post pandémica que se avecina:
Mientras varios estados del país ya regresaron al semáforo naranja, Veracruz, que antes era de los que tenía pocos casos de COVID19, va al alza. En 25 municipios la cosa está de color de hormiga. Y Xalapa está en esa lista. Veo la noticia pero la tapa un anuncio del panteón “Jardines del Recuerdo”. Casi les faltó hacer una oferta: “compre dos nichos por el precio de uno”, pero así no se hace el marketing de los panteones ni el de las funerarias. Tienen que ser muy respetuosos con el dolor humano. El caso es que estamos hablando del semáforo en rojo y de 25 municipios veracruzanos en los que está aumentando el número de contagios por COVID19. Mi nuera se quejaba “uno encerrado desde hace dos meses y por gente inconsciente la pandemia sigue su curso y la cuarentena nunca se va a acabar”. Yo lo ví ayer que salí a caminar: cada cien metros me topaba no con un humano, sino con parejas y grupos de seres humanos, de los cuales sólo el 40% traía cubre bocas. Los demás andaban como si no hubiese ningún peligro. Hoy tuve que comprar un destapa caños en la ferretería más cercana a mi casa y en el mostrador había un anuncio muy elocuente: en la columna izquierda estaban caricaturas de contagiados por COVID19 y en la derecha, caricaturas de gente sana. En la primera fila, de arriba para abajo, el contagiado no tenía cubre bocas y el sano sí: el porcentaje de contagio es del 70%. En la segunda fila, el contagiado tiene cubre bocas y el sano no: el porcentaje de contagio es del 5%. En la tercera fila, las dos caritas tienen cubre bocas y el porcentaje de contagio es del 1.5%. Chécate este video, lo dice mejor que yo:
Yo pienso que es mejor creer que el virus fue creado o manipulado en un laboratorio aunque sea mentira, y quedarse en casa o usar el cubre bocas y tomar otras precauciones cuando se tiene que salir, a creer en la teoría conspiranoide que afirma que el COVID19 es un nuevo “chupacabras”, es decir, una mentira, una infodemia. Hay de teorías a teorías. El hecho es que, entre más dure la cuarentena, peor va a ser la crisis económica resultante.
Ya ni les quiero insinuar que si AMLO sugirió un decálogo para enfrentar la nueva realidad, en el que sugiere practicar mejores hábitos alimenticios y hacer ejercicio, lo dijo para que los fifís hagan lo contrario y salgan a hacer sus marchas anti-AMLO, para que se contagien y se mueran. Y tal parece que así es, pues aunque muchos ya se echaron para atrás con lo del BOA, los de FRENA ya convocaron a otra caravana fifí para los días de ayer y hoy.
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